El escenario político tucumano se ha transformado en un mercado persa, donde todos se ofrecen, todos se venden, todos buscan acomodarse al mejor postor.
Ahí está la interna alperovichista, con Domingo Amaya negociando con el oficialismo, y a la vez reabriendo las negociaciones con José Cano. Ahí, está La Cámpora ofreciéndose con José López, pero reclamando espacio en la lista que finalmente bendiga Alperovich; ahí esta Cano, culminando las negociaciones con Sergio Massa, abriéndolas con Mauricio Macri y a la vez tirando el anzuelo con Amaya.
Todo este cambalache de combinaciones posibles son expresión de la disgregación de las fuerzas tradicionales. Todos se pelean con todos, pero todos coinciden en que la crisis la tiene que pagar el pueblo. Todos son partidarios del ajuste de salarios y jubilaciones y de las condiciones de trabajo. Todos son partidarios de la preservación de los aparatos de espionaje y represión.
En contraposición a esta política contraria a los intereses populares, el Partido Obrero plantea la necesidad de defender un trabajo y salario digno, un medio ambiente sustentable, defender los derechos democráticos, y de un plan de reorganización de la economía y las finanzas, para que el ajuste lo paguen los responsables de la crisis y sus políticos.
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